miércoles, 3 de agosto de 2011

jueves, 19 de agosto de 2010

Día 23: Delhi

Cuando nos ponemos en marcha ya nos quedan menos de 24 horas en la India. Antes de desayunar vamos a un cyber con impresora para hacer el check-in on line para mañana. En el que confirmamos ayer que nos imprimirían las targetas de embarque hoy no les funciona la conexión. Encontramos alternativa y en un momento ya estamos facturados. A mi me relaja bastante porque el vuelo sale temprano, saldremos a las 5 en taxi hacia el aeropuerto, si hubiera alguna cosa rara, no tendríamos mucho margen de maniobra. Saliendo de allí, vemos que han decorado una parte de la calle principal con banderolas de la India y están haciendo una especie de míting político. Debe tener relación con que mañana es el dia Nacional, el Independence Day.
El plan del día es hacer algunas compras, visitar alguna cosa relajada, y poco más. En uno de los paseos de ayer, nos acercamos al metro y vimos en el mapa de estaciones que ya llega al Qtub Minar (un minarete casi milenario que queda bastante lejos), no teníamos intención de ir, pero como llega el metro pues lo metemos en la agenda.
Pero… En la India que salgan las paradas en todos los planos, taquillas, andenes, etc. no quiere decir que existan. Resulta que el plano oficial es el del futuro (2020 supongo). Ahora hay una cuarta parte de paradas activas. Así que en vez de ir al Qtub Minar acabamos yendo a la zona de Nueva Delhi, para ver el Parlamento y alguna cosa más que hay por allí, y sobretodo para pasar la mañana tranquilos.
El metro es muy recomendable, y cuando crezca hará de Delhi una ciudad mucho mejor para el turista. Moderno, limpio, bien organizado y barato. Este último día lo cogimos varias veces, dentro tiene restaurantes y tiendas muy tranquilos, nada que ver con lo que hay en la superficie.
Vemos rápido el parlamento, de pasada la Indian Gate y nos vamos al museo del ferrocarril. Divertido, dentro hacemos un recorrido con un minitren, visitamos los vagones de un tren de un Majarajá e incluso hacemos una simulación científica sobre cual es el mejor modelo de diseño de ruedas para que no descarrile un tren. Allí, hablamos un momento con un americano de Boston muy simpático, que también están divididos sobre lo que opinan de la India. Este hombre decía que la India hay que verla una vez en la vida, una vez nada más…
Para comer volvemos en metro a Connaught Place, pero al querer salir nos pilla el monzón y nos esperamos en las escaleras más de una hora a ver si baja un poco la intensidad de la lluvia. Cuando lo hace un poco, improvisamos paraguas con una bolsa de cartón y salimos, pero llegamos al restaurante empapados. Tampoco pasa nada, es refrescante.
El atardecer ya lo pasamos otra vez en la calle principal (la de los edificios derruidos) de nuestro barrio. Ahora con la lluvia que ha caido está todo todavía más caótico, pero se lo siguen tomando con tranquilidad. Encontramos un par de tiendas muy agradables, grandes en las que mirar sin que te agobien. Al final nos está gustando Delhi, no nos resulta tan agresiva como el primer día.
En la cafetería donde cenamos hablamos un rato con el último español que conocemos en este viaje. Este era maño, llevaba más de un mes y le quedaba otro, había estado por el Norte, solo, se libró de la tormenta mortal por cuestión de horas. Por prudencia, nos explicó que estaba en el punto anterior, que vio mal la cosa y decidió a última hora no subir a Leh, que vio mucha gente que si cogían autocares ese día que algunos serán los que están todavía desaparecidos.
Y antes de meternos a dormir las horas que podemos, la María se vuelve a hacer un dibujo de Hena, esta vez, queda más contenta con el resultado, aunque por lo pagado seguro que no dura mucho, tampoco pasa nada.
En el hotel, nos ponemos pesados para asegurarnos que no se olviden de nosotros. Que a las 5 en punto tenemos que salir para el airport. Tengo que montar un poco de pollastre para que me den recibo de haber pagado el hotel y el taxi.

Día 22: Delhi

El autocar siguió pegando botes hasta que sobre las 7 llegó a Delhi. Para mi fue la noche en la que peor he podido dormir en el viaje.
El fin del trayecto era bastante lejos del centro de la ciudad. Clásica batalla por el taxi o rickshaw, acabamos pagando la mitad de lo que le clavan al resto de turistas.
Sobre Paharganj dice la Lonely: “no es un barrio recomendable para todo el mundo, ya que en sus calles circulan drogas y personajes siniestros…” Pues antes de las 8, andábamos por allí, no nos pareció que fuera para tanto. Para lo que es la India, era normal, y como está cerca de la estación de trenes, es la zona favorita de los mochileros, se veían bastantes turistas. Nuestro hotel, tenía hasta ventanas que es un lujo para la zona. Nos gustó, para mi recomendable (Rak International).
Aunque para rematar la mala pinta del barrio, resultó que dos días antes de llegar nosotros cayó en Delhi la mayor tormenta de los últimos años, y los edificios de la calle principal se habían venido abajo. Brutal. Otra cosa difícil de explicar, ni las fotos captan el panorama que había. Más de la mitad de las fachadas ahora eran escombros en medio de la calle, las casas e incluso algunos hoteles, eran tipo 13 rue del Percebe, verlo para creerlo. Pero estaban todos tranquilos, no había dramatismo. Ya estaban manos a la obra, arreglando lo que se podía. Y nosotros que sin duda hemos evolucionado mucho en estas 3 semanas, porque ahora ibamos esquivando montañas de escombros tranquilamente. Si aparecemos allí el primer día, nos da algo.
Descansamos un rato en el hotel, ducha y a por Delhi.
Desayunamos en un sitio en el que me pido un “spanish breakfast” que estaba muy bien, incluso tenía un intento de tortilla de patatas.
Las visitas culturales las empezamos por la Jama Masjid, una mezquita muy grande que construyó el del Taj Mahal. En la puerta, corrupción y mala educación habitual, acabamos entrando de uno en uno porque pretendían clavarnos 200 rupias por llevar cámara (primero pedían el doble). La mezquita es bonita, el patio muy grande, dicen que caben 25 mil personas, aunque a mi me gustó más la de Fathepur Sikri. Mientras espero que la María haga la visita, veo como los de la puerta les montan también una bronca absurda a 5 italianos. En este país necesitan urgentemente cursillos de como tratar al turista.
El siguiente punto, para mi era otro momento importante del viaje: el Gandhi Memorial. Es un museo dedicado a Gandhi, muy tranquilo, casi no había turistas occidentales y tampoco indios (que pasen así de Gandhi, sirve mucho para entender las cosas que pasan hoy en día). Muy interesante, sencillo, van explicando con fotos y reliquias toda la vida de Gandhi. Impresiona ver una de las balas que le extrajeron del cuerpo, la ropa manchada de sangre y todas las perteniencias que tenía el hombre cuando murió: 4 trapos, libros, unas gafas, un bastón, tres estatuillas de unos monos y ya.
Para comer queremos ir a Connaught Place, una zona en teoría más moderna, con buenos restaurantes y zonas comerciales. Lástima que está todo patas arriba y una vez más hay que caminar entre barro, ladrillos, tubos, charcos, etc. Aun así, podemos comer en un sitio tranquilo y con un buen aire acondicionado. El calor en Delhi vuelve a ser especialmente asfixiante, en esta ciudad hay una humedad más pegajosa que en el resto, supongo que será por la contaminación y la superpoblación.
Después ya volvemos al barrio de nuestro hotel. Nuevos paseos, algún bazar, buena cena y a descansar.

Días 20 y 21: McLeod Ganj

La María pasa la mejor noche en la India. Por fin, la suciedad en la habitación no existe. Desayunamos los 4 tranquilamente, y nos vamos de excursión a una cascada que nos han dicho que está a un poco menos de una hora andando.
Por el camino, atravesamos un par de pueblecillos más, uno con un templo que visitamos rápido e incluso con una piscina al aire libre en la que hay gente bañándose con mucha alegría. Por lo que nos dice la gente, hemos pillado el día bueno, llevaa toda la semana lloviendo y con niebla, hoy de momento domina el sol, aunque va variando continumaente. La parte final de la excursión se hace por un sendero que se emmpina un poco, bordeando un río, muy bonito, hay que ir pasando cabras que están instaladas en medio del camino.
Llegamos a la cascada, fotos de rigor y conocemos a otro par de vascos, estos de Donosti (Amaia y Sergio son de Bilbao, bueno de Galdákano), que se nos unen al grupo y nos hablan de otra cascada más lejana, por otro lado. La María ya tiene bastante de trekking y se queda tranquilamente en uno de los pueblecillos del camino, los demás seguimos en busca de la otra cascada, nos pasamos un par de horas cruzando bosques y aldeas, pero al final no damos con ella, además se ha ido nublando e incluso llueve un poco. Así que nos volvemos a comer a un restaurante que nos recomienda los de Donosti que llevan días por la zona.
Nos está encantando McLeod y sus alrededores, por primera vez en el viaje hacemos un cambio de planes, y nos damos cuenta que no hace falta volver en taxi a Amritsar y de allí coger un tren que tenemos reservado (y pagado).Preferimos renunciar a visitar lo que nos queda de Amritsar, cancelar el tren (que se hace por internet y nos devuelven el dinero) y sacarnos un bus para volver directos a Delhi. Nos sale mucho más económico, y además podemos estar más horas relajados en McLeod. Dedicamos un rato a hacer todo éso. Lo que queda de día lo dedicamos a pasear por McLeod e ir de tiendas. Nos pasamos un buen rato en una en la que Amaia se compra un cuenco tibetano especial para meditar y relajarse, muy interesante el tema.
Al día siguiente, Amaia y Sergio vuelven a uno de los pueblecillos donde reservaron unas sesiones de masajes y medicina ayurvédica. Nosotros nos quedamos por McLeod pero se pasa casi toda la mañana lloviendo fuerte y la tenemos que pasar por cafeterías tomando algo y viendo el paisaje, también es agradable.
Cuando despeja nos vamos al templo del Dalai Lama. En 1950, los chinos invadieron el Tibet: lo arrasaron, mataron cientos de miles de personas, quemaron más del 75% de los templos y ahí siguen maltratandolos mientras la comunidad internacional aún les pide perdón cuando algún ciudadano occidental se atreve a criticar la situación. Yo mismo he de reconocer que aunque sabía algo del tema, hasta que no hemos estado aquí no me he dado cuenta de la magnitud de la tragedia. Unos hijos de puta los chinos. Una de las últimas es que hace unos años murió el Pachen Lama (tercer monje más importante) y el Dalai reconoció por foto a un niño de 8 años como la reencarnación. Pues bien, los chinos metieron al niño y a toda su familia directamente en la carcel y ahí los tienen desde entonces. El pobre ya lleva más de 13 años como el preso politico más jóven de la historia. India, aunque a China no le hizo gracia, tuvo el valor de acoger a todo el exilio tibetano y ya llevan 60 años en McLeod Ganj conviviendo sin ningún problema y manteniendo simbólicamente el gobierno del Tibet.
El propio Dalai Lama vive en un complejo de edificios que es el que fuimos a visitar. Hay un templo, un museo, etc. Nosotros no tuvimos suerte pero Amaia y Sergio al día siguiente si que vieron al Dalai en un acto en memoria de los muertos por las inundaciones de Leh. El templo, muy interesante, había muchos monjes tibetanos que se agrupaban en parejas a debatir, cuando uno dice una idea buena da una palmada sobre el otro, como habría unas 50 parejas, continuamente se oían palmadas. Muy curioso de ver. También emocionaba ver rezando a señoras mayores tibetanas que seguron que babían pasado todas las calamidades que describía el museo (interesante pero muy duro).
Ya volvimos hacía el centro del pueblo, últimas vueltas y compras, nos reencontramos con Amaia y Sergio, tomamos unas galletas tranquilamente, nos despedimos y hacia el autocar.
El autocar en sí, para lo que es este país no me pareció demasiado cutre. Eso sí, tenía todo el morro abierto y los asientos mojados. De las 12 horas de viaje, lo que más respeto nos daba eran los primeros kilómetros, en los que había que bajar de los 2 mil metros en los que está McLeod, hasta una zona más llana que va hacia Delhi, por una carretera, que de subida con el taxi ya acojonaba. Lo bueno es que esta vez no llovia. En eso tuvimos suerte. Al final no es que esa primera fase del viaje fuera relajada, pero creo que fue lo mejor, el resto fue mucho más incómodo porque entre los baches y la velocidad del conductor, no paramos de pegar botes en todo el viaje. 3 o 4 veces, literalmente nuestros culos se despegaron del asiento, yo me pegué un par de cabezazos contra un ventilador pequeño que había más arriba.
Sin duda, el autocar era la mejor opción que teníamos para bajar a Delhi por circunstancias puntuales de nuestro viaje, pero no lo recomendamos para todo el mundo, y alucino con la gente (pocos) que lo utilizan como medio de transporte predominante en su viaje por la India.
A la media hora de viaje, nos tocó vivir otra de esas situaciones que ponen a prueba la paciencia de cualquiera. Ibamos en la penúltima fila del autocar, la última estaba vacía. En teoría el bus iba directo, con mayoría de turistas. Pero en una parada improvisada se suben dos indios con 5 cajas tamaño tele de tubo de 21 pulgadas que colocan con todo el morro detrás de donde estábamos sentados. A parte que no nos habría dejado reclinar los asientos, era directamente muy peligroso, Ante cualquier bache o frenazo las cajas podían salir disparadas hacia nosotros. Las turistas que había al lado se callaban, nos tocó montar un buen pollo. Decían que dentro solo había te, que no era peligroso. Si no nos llegamos a poner muy duros, no lo conseguimos, pero como ya llevamos mucho vivido por aquí, ya sabemos que en estas situaciones hay que ponerse muy duro y un punto desagradable o te toman el pelo. Conseguimos que cambiaran los planes y ninguna caja quedó colocada por allí peligrosamente.

Día 19: Viaje a McLeod Ganj

Hemos quedado con Amaia y Sergio para ir a desayunar, hacer check-out y conseguir un taxi que nos lleve a Dharamsala. Entre cuatro el precio sale bien y no hay comparación entre ir con un coche con aire acondicionado o con un autobús regular cochambroso.
Nos reencontramos y vamos a meternos un buen desayuno porque se prevee que comeremos tarde. Vamos a una agencia a por el taxi, y resulta curioso como en un minuto tienes un coche preparado para irte a 500 kilómetros.
El trayecto deAmritsar a Dharamsala es largo, pero se hace agradable. El chófer es del tipo responsible, muy bien. Por el camino, hablando con Amaia y Sergio, van pasando las horas sin darnos cuenta. Hacia el final empieza a llover potente y acojona un poco, por momentos, parece que hasta nos podmeos encontrar alguna carretera cortada, pero al final bien. A eso de las 16 llegamos a Dharamsala, como la ciudad en sí no tiene mucha cosa, y los turistas solo la solemos utilizar para saltar a McLeod que está a unos 10 kilómetros, le pedimos al del taxi que por unas rupias más nos suba a McLeod. El tío que hasta ese momento había sido amable, saca todas sus habilidades y tras un duro regateo se sale con la suya pidiéndonos un poco más de lo razonable, pero entre 4 no es nada la diferencia.
Bajamos del coche y por enésima vez en este viaje tenemos la sensación de haber llegado a otro mundo en el otro mundo que es la India. Qué país. Cuantos contrastes. McLeod Ganj pertenece a la región del Hichamal Pradesh, y como indica el nombre ya está en las proximidades del Himalaya. El pueblo en sí está a 2 mil metros de altura, y las montañas que rodean, llegan a los 5 mil. Viniendo de semanas por tierras desérticas, asfixiantes, superpobladas, con gente que agobian al turista, llegar aquí, que es un remanso de paz, con un clima y paisaje de montaña, y encima con la influencia del exilio tibetano que ha transformado todo en algo aun más acogedor… la María desde que puso el pie en tierra se flipó con el lugar. Sin duda es un sitio ideal para pasar los últimos días en la India.
Vamos al hotel que nos recomendó la Concha en el avión, pero no tienen habitaciones, preguntamos en un par más por esa calle y acabamos en el Kunga Guesthouse, nos ofrecen dos habitaciones, una con vistas y otra sin, la sorteamos con una moneda al aire, Ganesh está de nuestra parte y nos quedamos la de la vistas.
Vamos a comer al McLlo, recomendable también, exhibian orgullosos la foto de Pierce Brosnan comiendo allí. En la carta agradecían al Dalai Lama su presencia en el pueblo.
Toda la tarde seguimos de charla con Amaia y Sergio, paseamos un poco por las calles de McLeod, es superagradable, nadie agobia y mucha gente te sonrie. Buscamos una cafeteria para tomar algo y acabamos en el restaurante del Guest House que hacen unas tartas muy buenas.
A descansar, la idea es estarnos aquí un par de días más, simplemente disfrutando del relax de un pueblecito de montaña…

miércoles, 11 de agosto de 2010

Hasta aqui hemos llegado...


Nuestro pendrive ha muerto, asi que salvo que encontremos un bar con wifi en el que podamos conectarnos desde nuestro notebook, no podremos actualizar las entradas del blog... :S
Llevamos ya 3 dias super tranquilos y felices en mcleod ganj, el refugio tibetano del Dalai Lama. Esta tarde salimos en autocar hacia Delhi con 12 horas de camino por delante. Alli estaremos 2 dias y pa'l aeropuerto.
Una vez en Espania terminaremos el blog con lo que Jordi va escribiendo en cada ciudad y demas. Teniamos pensado actualizar todas las fotos pero tampoco vamos a poder...

Nos vemos pronto!!!

Dia 18: Amritsar



A las 8 de la mañana llegamos a Amritsar: la ciudad de los sijs. Es largo de explicar, pero resumiendo, los sijs son los seguidores de una religión minoritaria en la India (no llegan al 2%, aunque aquí eso son 19 millones de personas), que nació hace más de 400 años como un intento de unificar el Hinduismo y el Islam. En la actualidad suelen ser gente más inteligente y trabajadora que la media. Son fáciles de reconocer porque la religión les obliga a: no cortarse nunca el pelo ni la barba, llevar un turbante muy currado, llevar una pulsera metálica, llevar unos calzones (eso no se puede ver) y lo más peculiar, llevar siempre una arma blanca encima: puñal, sable o a veces hacha. Por el resto de la India los vas viendo desperdigados, aquí en cuanto te bajas del tren, ves que has llegado a otro mundo dentro del otro mundo que es la India. Tienen una visión de la religión muy tolerante, todo el mundo puede entrar en sus templos (sólo piden ponerse un pañuelo) y siempre dan de comer y dormir a todo el que quiera. Pretendo hacer las dos cosas con ellos...

El viaje en tren esta vez perfecto, los dos conseguimos dormir bien. Sólo nos toca un compañero de compartimento y resulta ser el indio más pulcro de la India: no escupió, ni se tiró ningún peo, ni eructó en todo el camino! Llevaba una maleta ordenada obsesivamente, a primera hora se puso a hacer yoga. Daban ganas de llevárselo.

Lo más destacado de Amritsar es el Templo Dorado, que es el Vaticano, o La Meca, de los sijs. Fuimos a alojarnos en los alrededores. El primer intento fue el del dormitorio comunitario para peregrinos y turistas. No conseguimos llegar a un acuerdo de pareja y la María me vetó dormir con unos 20 turistas en unos colchones por el suelo, en una planta baja sin ventilación… una lástima. La segunda opción fue un hotel de la Lonely de los baratos pero que, vista la habitación , cubría todas nuestras necesidades.



Nos instalamos y hacia el Golden Temple, tiene pinta que va a ser una de esas visitas de varias horas. El templo está en el centro de un estanque, en todo un complejo con otros edificios que impresiona por la espiritualidad y el buen rollo que se vive. Sé que cuando se crispan son violentos y han liado varias en la historia, pero ahora que llevan unos años pacíficos, son unas máquinas los tíos, es muy especial convivir con ellos en su templo y alrededores. Cuando tenga tiempo me hago fan de los Sijs en el Facebook.

Para refrescarse del calor, han puesto en una de las entradas un tenderete con coca-colas a 5 rupias (8 céntimos de euro), nos vinieron perfectas porque en este país sigue haciendo un calor infernal. Nos ponemos los pañuelos, nos descalzamos, nos purificamos los pies en un charco que tienen y entramos al Golden Temple. Una pasada, después del Taj Mahal, el sitio más bonito que he estado en mi vida. Vamos dando la vuelta alrededor del templo, bordeando el estanque, y nos colocamos en la cola para entrar. Es larga porque el templo en sí es pequeño, pero como los sijs son diferentes al resto de indios, lo tienen muy bien organizado, y la espera de una media hora no se hace dura. Dentro del templo hay 4 sacerdotes leyendo todo el día el libro sagrado, y un montón de gente dando ofrendas, escuchando, rezando,… En teoría no se puede estar mucho rato en el templo, pero nos subimos al segundo piso y nos quedamos un buen rato observando en una esquina discreta, sin molestar.

Salimos del templo, yo quiero ir a comer al comedor comunitario con toda esta gente. La María no se atreve y se queda fuera descansando. Por tanto, entro solo. En el comedor dicen que pasan unas 40 mil personas al día, está montado estilo campamento de verano, vas circulando y voluntarios te van dando una bandeja, un vaso, una cuchara… subes unas escaleras y llegas a una gran sala en la que hay unas alfombras, la gente se va sentando en el suelo por orden, organizándose unos pasillos, por los que pasan otros voluntarios echando la comida: arroz, lentejas, garbanzos y pan, todo con salsas picantes. Y se come estilo indio, casi nadie se dirige la palabra, van por faena los tíos. Mira que yo como rápido, pero me quedé solo en mi pasillo. Los que habían empezado conmigo, se lo pulieron todo en menos de 10 minutos, unas limas los tíos. Observaba alrededor si alguien se dejaba algo porque yo no podía con tanto picante, pero todos dejaban las bandejas relucientes. Me levanto a entregar la bandeja a un voluntario un poco avergonzado por dejar restos. Para limpiar también tienen montadas cadenas humanas que recogen todo. Salgo del comedor emocionado, ha sido una experiencia difícil de describir, no es que sea yo muy místico, pero comiendo con esa gente, después de visitar su templo, sientes cosas especiales.

Cuando recupero a la María, me la reencuentro rodeada por una familia de sijs flipados por el abanico. Se ve que se lo pidieron y se lo han estado pasando unos a otros.

En el camino de búsqueda del restaurante para que coma la María, pactamos con uno que nos ofrece lo que queremos a hacer esta tarde: ir a la frontera con Pakistán a ver la ceremonia de arriada de bandera. Queda a unos 30 kilómetros, y este hombre nos ofrece vehículo por bastante menos de lo que dice guía que puede costar. Quedamos que nos recogerá en un punto concreto dentro de 2 horas.

Vamos a una pizzería que está monopolizada por españoles. Nos pasamos toda la comida hablando por un lado con dos chicas de Leganés y por el otro con un grupo de catalanes de Vic. Estos últimos están mirando de subir a Cachemira, donde además de unas revueltas independentistas con decenas de muertos la semana pasada es una de las zonas que ha quedado arrasada por las lluvias. También pretende ir hoy a la frontera pero están mal informados, iban a ir más tarde, les explico que hay que salir de aquí antes de las 16.

Una vez comidos los dos, hacemos tiempo por las calles que rodean al Golden Temple. Sigue siendo habiendo caos de tráfico, masas de gente, pero aquí algo ha cambiado y casi no agobian al turista, también es verdad que somos muchos menos.

Cuando nos reencontramos con el que nos lleva a la frontera, nos toca esperar un rato y nos acaba colocando en una fuurgoneta pequeña en la que vamos a ir 9 personas: nosotros, dos coreanos y 5 indios. No es una maravilla, pero no se va mal del todo.

La experiencia de la frontera, cuando hagamos balance del viaje, seguro que ganará el premio al momento más freaky y surrealista. Verlo para creerlo. Resulta que cada tarde montan el mismo espectáculo que ellos se toman en serio. Pakistán e India están en guerra desde 1947, con brotes graves de vez en cuando, el último conflicto fuerte lo tuvieron en los 70, pero de vez en cuando se lía. Este al que fuimos es el único paso fronterizo entre los dos países. A las 16:00 lo cierran y luego se hace el show. Cada país, alrededor de la línea ha montado una especie de estadio con gradas. En un lado los pakistanís y en el otro los indios, llenan las gradas con fervientes patriotas que se dedican durante dos horas a gritar y jalear a sus soldados y a insultar al país vecino. Afortunadamente, hay una grada VIP en la que dejan colocarse a los turistas, menos mal, porque la multitud era de las que quitan la respiración. En el acceso al estadio hubo momentos de caos, nos tocó ir cada uno por una cola según el sexo, y la de hombres en un momento dado se colapsó en exceso, la policía a caballo intentaba poner orden, pero era bastante caótico. Si en ese momento se desata una avalancha, no sé que habría pasado, estamos centenares de personas pegados unos a otros. Yo había intentado colocarrme en un lateral para tener escapatoria si se liaba. La María desde la corta distancia lo pasó muy mal pensando que me espachurraban. .Con toda la odisea del acceso acabamos improvisando un grupo entre nosotros, los catalanes de Vic, y los dos vascos que conocimos en Varanasi que ya los habíamos reencontrado por la ciudad unas horas antes.

La ceremonia en sí, lo dicho: muy freaky. Empezaron haciendo una especie de duelo a ver quien aguantaba más las vocales, como cuando se canta un gol. Un militar indio en nuestro lado empezaba: “ooooohhhhhh”, mientras el público iba jaleando. En el lado pakistaní lo mismo, cuando se les acababa el aire desfilaban hacía la raya poniendo cara de mala leche y quedando las caras a centímetros. Entre militar y militar que dessafiaba al enemigo, el público no paraba de gritar consignas contra el otro país. Muy curioso todo. Da un poco de miedo ver la tensión latente que hay entre los dos paises, para mi lo positivo es pensar que lo que vivimos nosotros es, desde hace años, la máxima materialización de la enemistad entre dos potencias que si un día se enfadan de verdad pueden casi acabar con el planeta Tierra.

Volvemos donde habíamos quedado con el de la furgoneta para volver a Amritsar. Le damos un poco de conversación a 2 indios jóvencillos que vienen con nosotros, y en menos d eun minuto, uno ya nos está pidiendo si le podemos alojar en nuestra casa cuando venga a Barcelona.
Acabamos llegando a la ciudad casi a las 21:00. Volvemos otra vez al Golden Temple. Sigue estando con el mismo bullicio, pero relajado, ahora, que ya es de noche está iluminado y es más espectacular si cabe.

Cenamos, fracasamos en internet porque a los 5 minutos se va la luz y nos dicen que no creen que vuelva rápido, y para el hotel a descansar. Para mañana hemos quedado con Amaia y Sergio (los vascos) para compartir taxi hacia Dharamsala, que está unas 6 horas aprox. Yendo cuatro sale bien de precio, mucho mejor que la alternativa que era coger un bus que partía el día y vete a saber tu como sería.