miércoles, 11 de agosto de 2010

Dia 18: Amritsar



A las 8 de la mañana llegamos a Amritsar: la ciudad de los sijs. Es largo de explicar, pero resumiendo, los sijs son los seguidores de una religión minoritaria en la India (no llegan al 2%, aunque aquí eso son 19 millones de personas), que nació hace más de 400 años como un intento de unificar el Hinduismo y el Islam. En la actualidad suelen ser gente más inteligente y trabajadora que la media. Son fáciles de reconocer porque la religión les obliga a: no cortarse nunca el pelo ni la barba, llevar un turbante muy currado, llevar una pulsera metálica, llevar unos calzones (eso no se puede ver) y lo más peculiar, llevar siempre una arma blanca encima: puñal, sable o a veces hacha. Por el resto de la India los vas viendo desperdigados, aquí en cuanto te bajas del tren, ves que has llegado a otro mundo dentro del otro mundo que es la India. Tienen una visión de la religión muy tolerante, todo el mundo puede entrar en sus templos (sólo piden ponerse un pañuelo) y siempre dan de comer y dormir a todo el que quiera. Pretendo hacer las dos cosas con ellos...

El viaje en tren esta vez perfecto, los dos conseguimos dormir bien. Sólo nos toca un compañero de compartimento y resulta ser el indio más pulcro de la India: no escupió, ni se tiró ningún peo, ni eructó en todo el camino! Llevaba una maleta ordenada obsesivamente, a primera hora se puso a hacer yoga. Daban ganas de llevárselo.

Lo más destacado de Amritsar es el Templo Dorado, que es el Vaticano, o La Meca, de los sijs. Fuimos a alojarnos en los alrededores. El primer intento fue el del dormitorio comunitario para peregrinos y turistas. No conseguimos llegar a un acuerdo de pareja y la María me vetó dormir con unos 20 turistas en unos colchones por el suelo, en una planta baja sin ventilación… una lástima. La segunda opción fue un hotel de la Lonely de los baratos pero que, vista la habitación , cubría todas nuestras necesidades.



Nos instalamos y hacia el Golden Temple, tiene pinta que va a ser una de esas visitas de varias horas. El templo está en el centro de un estanque, en todo un complejo con otros edificios que impresiona por la espiritualidad y el buen rollo que se vive. Sé que cuando se crispan son violentos y han liado varias en la historia, pero ahora que llevan unos años pacíficos, son unas máquinas los tíos, es muy especial convivir con ellos en su templo y alrededores. Cuando tenga tiempo me hago fan de los Sijs en el Facebook.

Para refrescarse del calor, han puesto en una de las entradas un tenderete con coca-colas a 5 rupias (8 céntimos de euro), nos vinieron perfectas porque en este país sigue haciendo un calor infernal. Nos ponemos los pañuelos, nos descalzamos, nos purificamos los pies en un charco que tienen y entramos al Golden Temple. Una pasada, después del Taj Mahal, el sitio más bonito que he estado en mi vida. Vamos dando la vuelta alrededor del templo, bordeando el estanque, y nos colocamos en la cola para entrar. Es larga porque el templo en sí es pequeño, pero como los sijs son diferentes al resto de indios, lo tienen muy bien organizado, y la espera de una media hora no se hace dura. Dentro del templo hay 4 sacerdotes leyendo todo el día el libro sagrado, y un montón de gente dando ofrendas, escuchando, rezando,… En teoría no se puede estar mucho rato en el templo, pero nos subimos al segundo piso y nos quedamos un buen rato observando en una esquina discreta, sin molestar.

Salimos del templo, yo quiero ir a comer al comedor comunitario con toda esta gente. La María no se atreve y se queda fuera descansando. Por tanto, entro solo. En el comedor dicen que pasan unas 40 mil personas al día, está montado estilo campamento de verano, vas circulando y voluntarios te van dando una bandeja, un vaso, una cuchara… subes unas escaleras y llegas a una gran sala en la que hay unas alfombras, la gente se va sentando en el suelo por orden, organizándose unos pasillos, por los que pasan otros voluntarios echando la comida: arroz, lentejas, garbanzos y pan, todo con salsas picantes. Y se come estilo indio, casi nadie se dirige la palabra, van por faena los tíos. Mira que yo como rápido, pero me quedé solo en mi pasillo. Los que habían empezado conmigo, se lo pulieron todo en menos de 10 minutos, unas limas los tíos. Observaba alrededor si alguien se dejaba algo porque yo no podía con tanto picante, pero todos dejaban las bandejas relucientes. Me levanto a entregar la bandeja a un voluntario un poco avergonzado por dejar restos. Para limpiar también tienen montadas cadenas humanas que recogen todo. Salgo del comedor emocionado, ha sido una experiencia difícil de describir, no es que sea yo muy místico, pero comiendo con esa gente, después de visitar su templo, sientes cosas especiales.

Cuando recupero a la María, me la reencuentro rodeada por una familia de sijs flipados por el abanico. Se ve que se lo pidieron y se lo han estado pasando unos a otros.

En el camino de búsqueda del restaurante para que coma la María, pactamos con uno que nos ofrece lo que queremos a hacer esta tarde: ir a la frontera con Pakistán a ver la ceremonia de arriada de bandera. Queda a unos 30 kilómetros, y este hombre nos ofrece vehículo por bastante menos de lo que dice guía que puede costar. Quedamos que nos recogerá en un punto concreto dentro de 2 horas.

Vamos a una pizzería que está monopolizada por españoles. Nos pasamos toda la comida hablando por un lado con dos chicas de Leganés y por el otro con un grupo de catalanes de Vic. Estos últimos están mirando de subir a Cachemira, donde además de unas revueltas independentistas con decenas de muertos la semana pasada es una de las zonas que ha quedado arrasada por las lluvias. También pretende ir hoy a la frontera pero están mal informados, iban a ir más tarde, les explico que hay que salir de aquí antes de las 16.

Una vez comidos los dos, hacemos tiempo por las calles que rodean al Golden Temple. Sigue siendo habiendo caos de tráfico, masas de gente, pero aquí algo ha cambiado y casi no agobian al turista, también es verdad que somos muchos menos.

Cuando nos reencontramos con el que nos lleva a la frontera, nos toca esperar un rato y nos acaba colocando en una fuurgoneta pequeña en la que vamos a ir 9 personas: nosotros, dos coreanos y 5 indios. No es una maravilla, pero no se va mal del todo.

La experiencia de la frontera, cuando hagamos balance del viaje, seguro que ganará el premio al momento más freaky y surrealista. Verlo para creerlo. Resulta que cada tarde montan el mismo espectáculo que ellos se toman en serio. Pakistán e India están en guerra desde 1947, con brotes graves de vez en cuando, el último conflicto fuerte lo tuvieron en los 70, pero de vez en cuando se lía. Este al que fuimos es el único paso fronterizo entre los dos países. A las 16:00 lo cierran y luego se hace el show. Cada país, alrededor de la línea ha montado una especie de estadio con gradas. En un lado los pakistanís y en el otro los indios, llenan las gradas con fervientes patriotas que se dedican durante dos horas a gritar y jalear a sus soldados y a insultar al país vecino. Afortunadamente, hay una grada VIP en la que dejan colocarse a los turistas, menos mal, porque la multitud era de las que quitan la respiración. En el acceso al estadio hubo momentos de caos, nos tocó ir cada uno por una cola según el sexo, y la de hombres en un momento dado se colapsó en exceso, la policía a caballo intentaba poner orden, pero era bastante caótico. Si en ese momento se desata una avalancha, no sé que habría pasado, estamos centenares de personas pegados unos a otros. Yo había intentado colocarrme en un lateral para tener escapatoria si se liaba. La María desde la corta distancia lo pasó muy mal pensando que me espachurraban. .Con toda la odisea del acceso acabamos improvisando un grupo entre nosotros, los catalanes de Vic, y los dos vascos que conocimos en Varanasi que ya los habíamos reencontrado por la ciudad unas horas antes.

La ceremonia en sí, lo dicho: muy freaky. Empezaron haciendo una especie de duelo a ver quien aguantaba más las vocales, como cuando se canta un gol. Un militar indio en nuestro lado empezaba: “ooooohhhhhh”, mientras el público iba jaleando. En el lado pakistaní lo mismo, cuando se les acababa el aire desfilaban hacía la raya poniendo cara de mala leche y quedando las caras a centímetros. Entre militar y militar que dessafiaba al enemigo, el público no paraba de gritar consignas contra el otro país. Muy curioso todo. Da un poco de miedo ver la tensión latente que hay entre los dos paises, para mi lo positivo es pensar que lo que vivimos nosotros es, desde hace años, la máxima materialización de la enemistad entre dos potencias que si un día se enfadan de verdad pueden casi acabar con el planeta Tierra.

Volvemos donde habíamos quedado con el de la furgoneta para volver a Amritsar. Le damos un poco de conversación a 2 indios jóvencillos que vienen con nosotros, y en menos d eun minuto, uno ya nos está pidiendo si le podemos alojar en nuestra casa cuando venga a Barcelona.
Acabamos llegando a la ciudad casi a las 21:00. Volvemos otra vez al Golden Temple. Sigue estando con el mismo bullicio, pero relajado, ahora, que ya es de noche está iluminado y es más espectacular si cabe.

Cenamos, fracasamos en internet porque a los 5 minutos se va la luz y nos dicen que no creen que vuelva rápido, y para el hotel a descansar. Para mañana hemos quedado con Amaia y Sergio (los vascos) para compartir taxi hacia Dharamsala, que está unas 6 horas aprox. Yendo cuatro sale bien de precio, mucho mejor que la alternativa que era coger un bus que partía el día y vete a saber tu como sería.





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